1 abril 2015
Nadie quería recibir la noticia. Este fin de semana en un partido de veteranos, comentábamos con Mike Hansen que lo más probable es que Lalo hubiera ido a Portugal o que la vergüenza por el revuelo formado le impediría dar la cara. Ayer nos dimos de bruces con la jodida realidad.
Compartimos edad y vivencias en la Selección junior y en ACB, siempre vital y alegre, desternillándonos en los ratos libres con sus imitaciones. Ídolo en Valladolid y muy respetado en el baloncesto nacional, su vida sufre tras la retirada deportiva reveses que no merecía. Se le intento ayudar pero, o no se pudo o no se dejó.
Por desgracia tiene que sacudirnos un suceso tan dramático para que nos demos cuenta de que el deportista «vive» después de la retirada. Somos privilegiados porque hacemos lo que nos gusta, nos pagan por ello y tenemos el reconocimiento del público. Pero solo nosotros sabemos el desgaste físico y mental que representa la vida del jugador de elite. Como presidente de la ABP insisto a los jugadores con la cantinela de la formación y preparación para la vida «civil», intentando proporcionar herramientas útiles para ese objetivo. El traumático día después es mas llevadero cuanto mejor preparados estemos. Como exjugador, intento transmitir mi ejemplo: Si se quiere, se puede. Supone sacrificios, pero merece la pena. Un entorno familiar consciente, estamentos baloncestísticos implicados, fuerza de voluntad y algo de buena suerte en las decisiones personales, son necesarios para que el resto de nuestra vida sea como queremos que sea, feliz. No pedimos demasiado.
Lalo descansa en paz.