La rebelión de los secundarios

18 mayo 2015

Ayer se proclamó campeón de la Euroleague el Real Madrid. No pudo lograrlo en las dos oportunidades anteriores a pesar de ser para muchos analistas del deporte de la canasta el equipo que mejor jugaba. Este año era la tercera tentativa y Pablo Laso, un entrenador que ha estado bajo una presión enorme en sus años en el banquillo blanco y que ha demostrado tener una gran inteligencia, se había preparado para, posiblemente, su última oportunidad de conseguir este título con este club, a no ser que lo lograra.

Laso ha sabido ir readaptando a su equipo a lo largo de la temporada. Reyes ha pasado a tener un rol totalmente principal en minutos (en aportación ya lo era); Bourousis ya no es el cinco que más minutos juega en beneficio de Ayón, que dejó de jugar de cuatro para ser el pívot más importante en minutos; Slaugther ha adquirido una dimensión importantísima en la defensa interior del equipo; Rudy, más centrado en ser protagonista jugando (no en otras tonterías que no ayudaban a su imagen) y siendo el líder ofensivo del equipo. Además el equipo no jugaba con la alegría de otros años, no llegaban y tiraban o corrían siempre pasara lo que pasara. Habían cambiado su juego para ser más consistentes sobre todo en defensa, aspecto en el que han crecido enormemente pero manteniendo a Rudy, Llull y Sergio Rodríguez como jugadores principales en el peso del juego ofensivo del equipo. Se veía al equipo más maduro, más preparado para ganar y menos preocupado del arbitraje.

Y así, sin un juego tan brillante posiblemente como el de los años anteriores (pero mucho más consistente), fueron capaces de vencer la Copa del Rey de este año con un Nocioni jugando a un nivel increíble lesionado de un tobillo; han logrado el primer puesto en la liga regular de la ACB y se clasificaron para disputar el título de la Euroleague en la Final Four de Madrid.

Lograron vencer la semifinal a Fenerbahce en un espectacular segundo cuarto en el que anotaron 35 puntos. Destacó Rivers con cuatro triples anotados en esos diez minutos que dejaron visto para sentencia el partido, ya que la ventaja que consiguieron en ese cuarto era insalvable. El Madrid mostró en ese cuarto una extraordinaria defensa de uno contra uno minimizando las ventajas ofensivas del equipo turco (Nocioni secó y amargó a Bjelica, MVP de la Euroleague) y un acierto brutal en ataque.

Anoche disputaba la tercera final consecutiva. Enfrente tenían al Olympiacos de Spanoulis, que había escrito otra fantástica página de la historia del baloncesto europeo eliminando al gran favorito para muchos de la competición, el todopoderoso CSKA, en otra remontada épica. Y es que el equipo griego es el que más corazón tiene en el baloncesto continental con su líder en modo rey Leónidas en los minutos finales del encuentro anotando once puntos seguidos decisivos para que se llevaran el partido.

Ayer en la final, los de Laso sabían de la importancia de poner el corazón (y otra cosa) para contrarrestar el corazón griego. Tenían claro que la batalla del rebote era fundamental (dejaron a Olympiacos en tan solo cinco rebotes ofensivos). Pero también sabían de la importancia de defender a Spanoulis, que cada vez que sacaba ventaja en un pick and roll tenía una jugador blanco (o dos) que le cerraban la línea hacia la canasta teniendo que asistir a sus compañeros siempre.

Estamos acostumbrados a que Rudy sea el líder indiscutible ofensivamente, que Llull destaque, que Sergio Rodríguez sea el protagonista de las jugadas más vistosas, que Reyes sea el guerrero del equipo o que Ayón sea el amo de la pintura. Lo que más me llamó la atención, lo que más me sorprendió es que ayer, precisamente ayer, en el partido más importante de la temporada, Maciulis anotó 9 puntos importantísimos en el segundo cuarto cuando mejor fue la defensa griega, que hicieron que el Madrid se fuera al descanso con ventaja; Slaugther fue un coloso en defensa y en el rebote en los minutos que disputó peleando contra los potentes Hunter y Dunston; Nocioni volvió a ser el de la final de Copa del Rey mostrando para qué fue fichado este verano, enseñando ese carácter ganador y ese corazón, hasta el punto de ser elegido MVP de la final con doce puntos, siete rebotes y dos tapones estratosféricos a favor; y Carroll, ¿qué decir de Carroll? No sólo le tocó pelear en la defensa del jugador más decisivo de Europa (Spanoulis) sino que en el momento más crítico para su equipo (0-12 de parcial en contra), cuando Olympiacos en el tercer cuarto se acercaba en el marcador reduciendo la diferencia que hasta entonces había logrado el Madrid hasta ponerse por encima (40 – 41), salió del banquillo como un ciclón anotando tres triples defendido consecutivos y una canasta debajo del aro (de listo). Esos once puntos seguidos sin error de Carroll volvían a crear una brecha en el marcador a favor del equipo español pero, además y mucho más importante, creaban una brecha en la moral del equipo griego que ya fue insalvable en los minutos que restaban.

Fueron los jugadores menos importantes, los mal llamados segunda unidad, los que muchas veces no son los que más halagos o más titulares se llevan, los que ayer dieron un paso al frente en los momentos más importantes del partido. Ayer se demostró que el baloncesto es un deporte de equipo en el que no hay titulares ni suplentes y donde todos los jugadores son importantes y deben y pueden aportar independientemente del rol que tengan en el grupo, consensuado con el entrenador. Ayer fue el partido de la rebelión de los secundarios.

Francis Tomé

Director Campus ABP

Fotografía: Agencia EFE