Reflexión de Chema Buceta sobre la ansiedad en el deporte

1 marzo 2013

En esta página iremos incorporando periódicamente estudios, artículos o noticias tanto sobre baloncesto como sobre otros deportes, que puedan resultar de  interés desde el punto de vista psicológico.

Comenzaremos con  un artículo sobre la ansiedad del delantero en fútbol que ha publicado  Jose María Buceta,  psicólogo deportivo de gran experiencia en todo tipo de deportes, profesor de la UNED y muy relacionado con el baloncesto pues ha sido  seleccionador nacional femenino, y actualmente seleccionador de Bulgaria.

EL GOL NO ME QUIERE


 Se
habla estos días del bajo rendimiento del jugador chileno del Barcelona,
Alexis, alegándose que no cumple con una de sus principales funciones: marcar
goles. La crítica se ha exacerbado tras sus llamativos errores, sobre todo, dos
claras ocasiones frente al Málaga que el futbolista marró cuando parecía lo más
difícil y se anticipaba el deseado desenlace. Parte del público le silbó y
agradeció que fuera sustituido: la antesala de una acusación feroz en las redes
sociales y algunos medios de comunicación que incluso le han señalado como el
gran culpable del mal resultado logrado: presagios de un etiquetamiento que
puede predisponer a observar sus desaciertos con escasa tolerancia. Y más aún,
si se asocia su presencia con la ausencia de Villa.

 

A pesar
del apoyo de su entrenador tanto en sus declaraciones como, más importante, en
el hecho de seguir contando con él, parece obvio que el jugador debe estar
pasando por un mal momento. La ausencia continuada de goles, y más cuando se
fallan ocasiones claras y el público y los medios lo destacan, provoca una
ansiedad tremenda en los delanteros. Se supone, ellos los primeros, que están
ahí para eso, y aunque sus funciones abarcan otros aspectos, el gol es lo que
les da la energía y el prestigio, la razón principal, así lo suelen asumir, por
la que salen al campo. He visto este problema en muchos delanteros a los que he
intentado ayudar para superarlo; y también en algunos “killers” del baloncesto
cuando pasan por malas rachas anotadoras.

 

El
proceso suele ser, más o menos, el siguiente: inicialmente, el jugador se
disgusta porque no marca goles, y se propone cambiar la mala racha en el
siguiente partido. Se pone como objetivo lograr uno o dos goles y se convence a
sí mismo de que lo conseguirá. Además, es frecuente que, con la mejor
intención, reciba comentarios de sus compañeros, e incluso del propio
entrenador o alguno de sus ayudantes, del tipo de “hoy marcas seguro”.  La
«estrategia» favorece una obsesión exagerada por conseguir el gol, en
detrimento, aunque parezca paradójico, de atender a las acciones propias que
aumentan la probabilidad de lograrlo. Es decir, el jugador está tan pendiente
del objetivo, que olvida o relega lo que tiene que hacer para alcanzarlo, con lo
que la probabilidad del gol en lugar de aumentar, disminuye. Si como es
probable, el jugador no marca, la ansiedad aumenta; y con ello, el
agarrotamiento mental y físico. En esas condiciones adversas, leerá peor el
partido, tomará peores decisiones y ejecutará deficientemente las acciones,
sobre todo cuando se trate de golpear el balón para disparar a gol. ¿El
resultado? Errores y más errores: ¡el gol no me quiere!

 

Lógicamente,
en la medida que el gol no llega, la situación empeora. El siguiente partido se
convierte en una especie de examen decisivo en el que, sí o sí, tiene que
marcar; y el jugador se conjura para que así sea; pero claro, cuanto más se
empeña, peor: la ansiedad aumenta, el funcionamiento es cada vez más deficiente
y la ansiedad aumenta aún más, sobre todo cuando se presentan buenas
oportunidades para marcar. ¿Le sucede a Alexis? La ocasión es muy clara y, de
alguna manera, la mente del jugador la percibe como la gran oportunidad de ¡por
fin! conseguir el ansiado gol… pero ese ansia le traiciona; quizá calcula mal
la velocidad con la que llega la pelota o el bote que da antes de llegar, o
decide golpearla inadecuadamente, o dirigirla en la peor dirección, o
simplemente la golpea mal por un exceso de tensión muscular. ¡Otro error!
¿Incomprensible? Como vemos, hay una posible explicación con un fundamento
científico; ¿o es mejor seguir pensando que el balón no quiere entrar, que el
gol no le quiere?

 

La
solución que le dan algunos es simple. “Tranquilo, es una mala racha… en el
momento que metas un par de goles, se acaba”. Puede ser cierto; pero hay que
meterlos, claro… Y si el jugador se obsesiona con eso… ya hemos visto lo que
puede suceder. Paradójicamente, en estos casos, la solución pasa por lo
contrario. Cuanto menos se obsesione el jugador con el gol, más probable será
que lo consiga. Pero no es fácil, por supuesto; y menos aún si los que le
rodean, con su mejor intención, no hacen más que recordárselo: “¡seguro que hoy
marcas!” «¡ya verás como la pelota hoy sí quiere entrar!»

 

¿Cómo
lograrlo, entonces? En primer lugar, aceptando que un delantero,
inevitablemente, tiene que pasar por este tipo de rachas, y que hay que tener
un mínimo de paciencia para superarlas. Pero ojo: no quedándose sin hacer nada.
De manera paralela, el jugador debe centrarse en objetivos que no sean marcar
goles, sino realizar las acciones que aumentan la probabilidad de conseguirlos;
y, al mismo tiempo, asumir objetivos no relacionados con el gol (por ejemplo:
presionar al contrario con balón…). Estos objetivos deben ser acciones propias,
no resultados de las mismas, y definirse lo más concretamente posible, de forma
que no haya dudas respecto a dónde debe estar puesta la atención del futbolista
cuando sale a jugar. Asimismo, el jugador debe anticipar que, quizá, parte de
los aficionados le silben; y consecuentemente, debe tener preparada alguna
estrategia mental para cuando esto ocurra: algo que desvíe su pensamiento de
los silbidos y centre su mente en lo que tiene que hacer en el campo. El
entrenador puede darle una directriz concreta en este sentido, pero será más
eficaz que, además, trabaje este apartado con un psicólogo del deporte.

 

En
algunos casos, las malas rachas pasan solas y el jugador vuelve a ser el que
era antes. Pero en otros muchos el problema engorda y las soluciones son la
suplencia y el traspaso. Jugadores que empezaron como Alexis tuvieron que
cambiar de aires. Explicaciones posteriores como “no llegó a adaptarse… no
todos pueden jugar en un gran club… le vino grande… fútbol es fútbol y así son
las cosas…” esconden no haber sabido entender y tratar el problema
convenientemente. La cuestión, ahora, no es si Alexis sirve o no sirve
 para el Barcelona (¿servía Ibrahimovic?) sino ayudarle a superar este
momento crítico antes de que la situación empeore  y el chileno sea uno
más en la lista de los que fracasaron por no haber manejado el caso con un
enfoque profesional: el que aporta la Psicología del Deporte.

Puedes leer el original de este post en El Blog de Chema Buceta