Alfonso Reyes: «Para ser profesional de cualquier deporte tienes que tener una cabeza bien estructurada»

27 abril 2022

Extracto de la Entrevista de Iñako Díaz-Guerra en el diario EL MUNDO

Alfonso Reyes: «Escuchaba siempre lo mismo, que era bajito y no tiraba… Ya, pero la meto»

En los años 80, unos chavales modernos y educados que también eran altos convirtieron el baloncesto en el deporte de la modernidad, del país democrático que nacía. Fernando Martín, Epi, Iturriaga y compañía son iconos. En esos años que no hay quién sepa cómo llamar pero empiezan en el 2000, unos chavales superdotados y sin complejos que también eran altos nos llevaron a competir de igual a igual con EEUU y creernos capaces de cualquier cosa. Los Gasol, Navarro y compañía son leyendas. Entre medias, el baloncesto español siguió produciendo chavales que ganaban medallas y también eran altos, pero han quedado algo oscurecidos entre tanto brillo. Los Herreros, Azofra, Alfonso Reyes y compañía son la generación perdida. “No somos la generación perdida, somos la Transición. Y tenemos que estar orgullosos de ello, porque tras lo del 84 era necesaria una continuidad para seguir creciendo hasta alcanzar las cotas de después. Ahí estuvimos”, apunta el último de los nombrados, hoy presidente del sindicato de jugadores (ABP).


Tú fuiste bisagra doble: por edad y por hermano de Felipe, uno de los referentes de esa generación del 80.

Claro, en mi caso la experiencia ha sido mejor todavía porque tenía a uno en casa y, además, aún participé en los primeros éxitos con ellos. Lo he vivido muy intensamente.

¿Tenías pique de hermano mayor viendo que el pequeño se le pone gallito?

No, para nada. Ten en cuenta que nos sacamos ocho años y medio. Somos cuatro hermanos, yo el mayor y Felipe el enano. Así que en casa yo me peleaba con Rafa, el segundo. Con el baloncesto, al principio Felipe me admiraba a mí y aún dice que me sigue admirando, lo que me parece estupendo, pero poco creíble; luego, yo le he admirado mucho a él. Al seguir su carrera desde el principio, compartir vestuario, ver su evolución, su trabajo diario y sus triunfos, sólo he sentido orgullo y amor fraternal. Una vez que me retiré, he sentido sus éxitos sinceramente como míos.

¿Ejerciste mucho de mentor o se ‘mentaba’ solo?

Se ‘mentaba’ solo, pero de vez en cuando se ‘mentaba’ mal y me tocaba ejercer de hermano mayor. Al principio se podía desbocar un poquito en cuanto a reacciones en entrenamientos y en algún partido y yo le echaba el freno, pero Felipe es demasiado listo como para necesitar mucha guía.

¿Cómo entró el baloncesto en casa de los Reyes?

De forma casual. Mis padres tenían claro que teníamos que hacer deporte como complemento a los estudios. Yo hacía natación, hasta que un día mi padre se enteró de que había unas pruebas en el Real Madrid de baloncesto y fui por ver, pero eso fue relativamente tarde, iba a empezar ya 1º de BUP con 13 años. Llegué a la prueba y no tenía ni idea, había jugado un poco en el colegio, pero sabía lo básico. Algo me vieron porque, aunque no me cogieron, me desviaron al Colegio Decroly, que tenía un buen equipo, y ahí empezó todo. Para Felipe ya fue distinto porque él sí tenía un referente. Venía a verme con mis padres a Málaga, a París, donde estuviera. Él sí que ha mamado baloncesto desde niño, para mí fue algo inesperado y casi accidental.

¿Y cómo ese accidente acabó convirtiéndose en tu trabajo?

Me costó muchísimo verlo como una posible salida laboral. Empecé a jugar con el afán de que fuera un complemento a los estudios. Nada más. No me planteé ser profesional hasta ya empezada la carrera de Ingeniero de Caminos en la Politécnica. Iba avanzando poco a poco, es cierto que a los dos años de empezar ya destacaba, pero era un jugador un tanto atípico. Había muchas promesas que parecía que iban a llegar más lejos y yo, aunque me lo tomaba muy en serio, no me veía ahí. Llego por casualidad, quizás por pensar que el baloncesto estaba ahí para divertirme, fui avanzando sin ninguna presión.

No elegiste una carrera fácil de compaginar…

Ya, ahora mismo no sé si volvería hacerlo pero, desde luego, no sería capaz. En ese momento era un empeño con el que no cedía y, la verdad, visto con perspectiva me alegro y me enorgullece. Ahora, como presidente de la ABP, es algo en lo que insisto mucho a los jugadores, que es fundamental que se formen para la vida civil, porque el deporte de élite es una burbuja muy peligrosa. Es una vida diferente, muy dura y muy sacrificada, con una recompensa grandísima, pero luego sales al mundo laboral y cuesta mucho. Cuanto más hayas cuidado tu formación, más posibilidades tienes de que esa transición sea exitosa. Yo sé que a ciertas edades y cuando eres un deportista de éxito, es complicado ver esto, pero es fundamental. Yo tuve la suerte de tener dos vocaciones y no abandonar ninguna. Tardé años, lo logré compaginar en Málaga, París o Lugo, tenía unos compañeros magníficos que me iban pasando apuntes y me hinché a hincar codos. Fue mucho sacrificio, pero mereció la pena.

¿Ves con el sindicato muchos casos de jugadores que pasan apuros tras retirarse?

Claro. En la Liga, la mayoría no van a poder vivir de las rentas cuando lo dejen y, aunque pudieran, necesitas tener tu cabeza ocupada. Vas a tener una vida laboral fuera del deporte mucho más larga que dentro. Aunque tuvieras dinero de sobra, que ya te digo que no es el caso de casi ninguno, necesitas tener algo que te llene. Para mí, es una prioridad intentarles hacer ver que, después del baloncesto, la vida es jodida y tienes que estar preparado. Mi obligación es hacerles entender eso cuando están a tiempo de ponerle remedio. Yo, que tuve una transición más suave de lo normal porque estaba la ingeniería esperándome, lo he vivido: el día después de que todo se acabe puede ser una pesadilla. Tienes que evitarlo y convertirlo en una oportunidad.

¿Hay muchos prejuicios cuando el deportista intenta dar ese salto a profesiones que nada tienen que ver con lo que hacía?

Sí, claro. Sería necesario que las empresas entendiesen que la experiencia de vida de un deportista de élite es mucha y muy útil, en cuanto a trabajo, aguantar presión, liderazgo, competitividad, etc. Para ser profesional de cualquier deporte tienes que tener una cabeza bien estructurada e inteligencia. Si no, no llegas. La foto con la medalla se la hacen todos, pero después se olvida y se desprecia su opinión. De todos modos, con el baloncesto hay menos prejuicios porque siempre ha tenido ese cartel de que estamos mejor formados que en otros deportes. Es cierto, pero no debemos caer en la relajación. Por eso soy tan pesado con este tema, sobre todo con los jóvenes. Si eres joven y tienes dinero, se te va la cabeza muy fácil. Contra eso, dos claves: formación y entorno.

Vosotros, con padre militar y madre profesora, tenías difícil que se os fuera la cabeza.

Sobre todo con el tema de los estudios. Mi padre era coronel de Artillería y venía de una formación durísima, me estuvo dando clases de Física y Matemáticas incluso en la carrera. Era geodesta también y siempre me ayudó muchísimo. Y mi madre, tres cuartos de lo mismo. No hizo falta que mis padres me dijeran nada, porque yo la vocación la llevaba de serie, pero es evidente que tuve mucha suerte con mi entorno y, supongo, conmigo mismo, porque si sales un bala perdida, da igual todo. No me voy a poner melodramático, pero no creo que mis hijos vayan a vivir mejor que yo, que es a lo que deberíamos tender como sociedad. No soy optimista con eso.


En BUP, el Decroly de Reyes se enfrenta en un par de ocasiones al Estudiantes, que se queda con la cara de ese chaval fornido que les hace pupa. Finalmente, lo recluta para su equipo juvenil y Alfonso va sin grandes expectativas: “Evidentemente, fue un paso importante, pero tampoco me volví loco. Estaba en COU y tenía muy claro lo que quería ser: ingeniero. Esa era mi prioridad”. Quisiera o no, el baloncesto era su (brillante) futuro: dos etapas con título en el Estu, la casi Liga de Ansley en Málaga, un paso por el PSG pre-jeques, dos años en el Madrid y la retirada en Breogán, mientras su importancia en la selección crecía: 140 internacionalidades y medallas en tres Europeos consecutivos. No está mal para un pívot en permanente lucha contra su etiqueta de bajito: 2,02… más o menos.

Tu entrenador en juveniles de Estudiantes es Pepu Hernández.

El segundo año y somos campeones de España. Luego me reencontré con él en sénior y para mí fue fundamental como formador. A esas edades, un entrenador te puede hacer amar el baloncesto u odiarlo y, en mi caso, Pepu fue clave para que me volcase con este deporte. Si me hubiese encontrado a otro, quién sabe… Por ejemplo, luego, con Miguel Ángel Martín, el Cura, no tuve una buena relación y por eso me tuve que ir a Málaga. De habérmelo encontrado antes…

Con la gran carrera que has tenido, tus dos únicos títulos llegaron en el Estu: las Copas del 92 y el 2000. Tu rol fue muy distinto en cada una.

En la del 92 acababa de subir al primer equipo y mi participación fue mínima, pero la viví intensamente. El MVP fue Pinone, que es un jugador en el que me fijé bastante. Tenía un carácter… Aunque se lo hacía un poquito, porque era menos fiera de lo que fingía. Aunque, como se hacía antiguamente, John marcaba diferencias entre los veteranos y los júniors, me llevé muy bien con él y aprendí mucho.

Y en la de 2000, el MVP eres tú. Espero que no te moleste, porque eres muy fuerte, pero el tuyo es un salto a estrella inesperado, parecías destinado a ser un buen secundario.

Sí, pero yo siempre he tenido una cosa muy clara: no voy a ser inferior a nadie. Quizás tampoco superior, pero siempre he mirado de igual a igual a cualquiera. Ese era mi lema. Debe ser genética, porque a mi hermano le pasó luego igual. Yo escuchaba siempre lo mismo: no es muy alto, no tira… Ya, bueno, pero la meto. La meto y cojo rebotes. Dime lo que quieras, pero aquí estamos. Y siempre de cara, porque lo que jamás se me ha ocurrido es insultar o faltar a un contrario, respeto mucho el juego y al rival. Si hay que pelear un rebote, no te preocupes que no te voy a dar un codazo por la espalda, te voy a dar de frente [risas]. Y el balance ha sido muy bueno, no excelente como el de Felipe, que no me deja ni ser el mejor de mi casa, pero no me voy a quejar.

¿Cuántas veces has tenido que justificarte por tu altura?

Toda mi carrera, pero tal y como yo lo veo, ser bajito da más mérito a mi carrera. Si hubiera medido 2,15, imagina dónde hubiera llegado. En el deporte de élite un gran porcentaje del éxito reside en la mentalidad. Tienes que tener talento deportivo, técnico y mental. Sin eso, no tienes nada. Puedes ser una bestia física y si tu cabeza no rige, no llegas a ningún sitio.

Del Estu te vas a Málaga de la mano de un hombre importantísimo en tu carrera: el recientemente fallecido Javier Imbroda.

Sí, luego me llevó también al Real Madrid y fue mi seleccionador. Los que hemos conocido y tratado mucho a Javier sabemos la importancia que ha tenido en el baloncesto español y en sus éxitos, igual que Pepu o Lolo Sainz. Yo he tenido la suerte de tener grandísimos entrenadores, de los que he aprendido muchísimo, como Boza Maljkovic, pero Javier es especial. Apostó por mí en un momento clave de mi carrera. Llevaba un par de años en Caminos, no jugaba casi en Estudiantes y era una encrucijada. ¿Me voy a Málaga con 20 años, solo y con dudas, o me dedico totalmente a la carrera, la termino y tiro por ahí? Me convenció y no me fue mal.

¿De verdad te planteaste abandonar?

Si hubiera sido por los minutos que tenía en Estudiantes, sin duda. Lo que me animaba es que había jugado el Europeo con la selección júnior y había sido MVP del campeonato, estando Bodiroga, Fucka… Eso me indicaba que algo podía decir en el baloncesto y me ayudó a tomar una decisión importante, acertada, pero difícil.

En Málaga vives un momento histórico desde el lado malo: el triple que no entra de Mike Ansley y le hubiera dado la Liga a Unicaja en 1995.

Aquel año fue increíble. Fuimos pasando fases y, cuando llegamos a la final, Málaga estaba enloquecida, los recibimientos eran apoteósicos. Espectacular. Éramos un grupo de chavales españoles muy jóvenes con tres buenos extranjeros y casi tumbamos al Barcelona. Yo estaba seguro de que aquel triple entraba y hubiera sido, por supuesto, mejor, pero al no hacerlo se ha convertido en un mito que perdura. Tampoco está mal. Una pena, porque hubiera sido la primera vez que ganaba la Liga alguien que no fuera Barça, Madrid o Joventut.

Aquel fue uno de los partidos con más audiencia de la historia del básket de clubes español, nada que ver con lo actual. ¿Cómo perdió la ACB al público?

En España hay una afición enorme al baloncesto y eso no ha cambiado, pero no se ha sabido canalizar. Primero, fue un error el paso a la televisión de pago, que ahora es lo normal, pero entonces no y mucha gente se perdió en ese paso. Y luego está el problema de la falta de identificación del aficionado con los jugadores. Hay una rotación bestial en las plantillas y el 70% son extranjeros, que a nosotros, como sindicato, nos da igual porque lso vamos a defender igual, pero influye de cara al aficionado. Somos la liga con menor porcentaje de jugadores nacionales del mundo. Y si no atraes al aficionado, no atraes al patrocinador y, aunque siempre va a haber buenos jugadores, eso va a influir también en la selección. Menos dinero, menor oferta de jugadores, menos opciones de que salgan grandísimas estrellas españolas. Eso es matemático.

De Málaga vuelves al Estudiantes para tu segunda etapa, esta ya sí como figura, y de allí… al Madrid. Los dos hermanos habéis cometido la misma traición.

Te lo voy a explicar. Primero, Felipe se va porque se lo vende el Estudiantes al Madrid, eso que quede claro. No se va él, lo venden. Segundo, yo termino contrato y el Madrid me hace una oferta que no estaba muy lejos de lo que me daba el Estu, pero al ver que no hacían el pequeño esfuerzo de igualarla teniendo en cuenta todo lo que nos habíamos dado mutuamente, y un poco por cabezonería, me voy. Pero nuestro cariño y respeto al Estudiantes ha seguido intacto. De hecho Felipe, siendo jugador del Madrid, asistió al homenaje que nos hicieron en 2020 por la Copa del 2000. Eso no se ha visto nunca. Siempre hemos sabido de dónde venimos.

Vamos a la selección. Ganas tres medallas en Europeos: plata en 1999 y 2003 y bronce en 2001. La primera, es la última sin Júniors de Oro.

Sí, eso conviene recalcarlo: fuimos una generación de transición, pero también de medallas. En el Mundial del 98 fuimos quintos, que fue otro gran resultado. Yo estoy muy orgulloso de mi carrera en la selección con el borrón de los Juegos de Sydney (novenos). Si hubiera nacido cuatro años después habría ganado alguna medalla más y, sobre todo, mucha más pasta, pero es lo que me ha tocado, no lo puedo cambiar ni quiero. Luego he disfrutado la carrera del pequeño de la familia como si hubiera sido la mía, así que todo bien.

¿Cómo fue la entrada de los chiquillos en el vestuario?

En los Juegos del 2000 llegan Navarro y Raul López y en 2001, Pau y Felipe. Pocas sorpresas, porque llegan ya cómo referentes en sus clubes y nosotros sabíamos lo que había. Ellos también. Entran con muchísimo desparpajo y alegría porque eran conscientes del talento que tenían. Así que al principio hubo que marcar el terreno, porque venían un poco gallitos, pero eran unos chavales estupendos y cuadramos todos muy bien y muy rápido. Fue una etapa de mezcla de generaciones muy bonita. Aprendimos mucho los unos de los otros y considero una gran suerte haber coincidido.

Tras retirarte, ahora sí, empezaste a ejercer como ingeniero.

Me quedaban todavía un par de asignaturas, me vine a Madrid acabé la carrera mientras curraba por primera vez en una constructora. Y jugaba en EBA con el Torrelodones, para ir quitándome el gusanillo poco a poco. Lo bueno es que ese gusanillo nunca ha sido muy grande, no echo de menos el baloncesto. Soy consciente de todo lo que me ha dado y guardo unos recuerdos magníficos, pero he vivido muy bien sin él.

Sin embargo, volviste en 2014 para presidir la ABP. ¿Por qué?

Joe Llorente lo dejaba después de muchos años de hacerlo muy bien, vinieron a pedírmelo un grupo de jugadores y pensé que podía aportar mi experiencia y mis conocimientos para intentar mejorar, o al menos mantener, las condiciones de los jugadores. Me lancé a la piscina y la verdad es que estoy muy contento.

Te has convertido en un tuitstar.

Esto se disparó sobre todo en la pandemia, cuando estuve realmente enfermo con covid. Twitter me ayudó muchísimo porque me servía para desahogarme y también recibí mucho apoyo, que en ese momento me animó muchísimo para poder sobrellevar una situación complicada. A partir de ahí ya he seguido. Intento tuitear desde el respeto y con ironía, pero no es un mundo donde esas dos cosas se entiendan siempre. Lo bueno es que yo digo lo que quiero y cuando quiero. No me corto nada y no me comprometo con nadie. Ahora hay mucha más gente que me conoce por Twitter que por el baloncesto.

¿Te ha dejado secuelas el covid?

Dos años después, parece que ya no. De coágulos, trombos y corazón estoy bien y de los pulmones tengo que hacer un seguimiento, pero por ahora todo OK. Puede que esté un pelín más cansado, pero igual eso son los 50.

¿Estás con una crisis de los 50 nostálgica?

No, pero siempre echas la vista atrás y yo me quedo con lo bueno a pesar de todo lo que ha pasado estos últimos años. Mi familia y mis amigos están bien, yo me he recuperado y a partir de ahí soy un tío de gustos sencillos: con unos huevos fritos con patatas estoy feliz. He tenido suerte, pero también me la he trabajado. Cuando alguien me dice que tiene mucho mérito haber jugado y sacado Caminos, le respondo: “Pues sí”. Me gusta ser ejemplo porque creo que soy un buen ejemplo: puedes ser deportista de élite y estudiar, puedes superar tus, entre comillas, limitaciones físicas y triunfar. Tenemos una responsabilidad con la sociedad y me gusta ejercerla. Me hace mucha ilusión que me reconozcan y poder ser ejemplo para alguien porque eso significa que he hecho bien mi trabajo. Fui uno de los mejores jugadores de baloncesto de mi época y tengo mi foto en la entrada de la la Escuela de Caminos como ingeniero ilustre. Estoy muy orgulloso de lo que he logrado.

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