2 diciembre 2014
Si un día de verano cualquiera te llama un amigo de Estepona y te dice que si quieres jugar en Dinamarca… ¿ Qué haces? Pues yo no me lo pensé, llevaba varios años intentando subir peldaños en el baloncesto nacional y cada año parecía que incluso con mejores motivos menos posibilidades tenía. Así que opte por camino que sabía que iba a ser más sacrificado, largo … pero que a la vez tenía la esperanza de que también fuese más reconocido.
Sin más, sin negociar siquiera la primera oferta de contrato que me hicieron, me dispuse en Agosto a coger el avión con destino a Aarhus, donde me esperaban el entrenador con Damián Jiménez, mi compañero de equipo, gran responsable de que mi carrera esté donde está hoy y que haya vivido tantas experiencias por Europa con el baloncesto. Coche dirección a Randers y a dormir la primera noche en una cama hinchable viendo una «peli» con Damián en nuestro piso.
A partir de ahí comenzó una aventura que parecía a priori que iba a ser muy complicada pero que con el paso del tiempo se hizo muy gratificante en todos los sentidos. Empecé a dominar el inglés, a conocer nuevas culturas, a jugar a un baloncesto profesional en una primera liga de un país… Fue un año lleno de vivencias , algunas más locas que otras, pero donde me recorrí Dinamarca entera, donde conocí españoles e hice amistades como la de Macarena Aguilar, que serán para toda la vida y donde además, deportivamente di uno de los saltos más grandes que he dado hasta ahora. Aun siendo un equipo recién ascendido peleamos por entrar en la final de la competición y me dieron el galardón de mejor asistente de la liga, un orgullo para mí y una motivación extra para querer ir a más, ese año me sirvió para tener clarísimo que no hay que tirar jamás la toalla.
Llego a casa y disfruto de unas merecidas vacaciones sin tener claro que hacer al año siguiente, ¿repetir en el mismo equipo? ¿Volver a España? ¿Seguir en Europa cambiando de País?… Decidí que era momento de intentar dar otro salto en mi carrera y contactamos con un equipo de Rusia, el Spartak de Vladivostok, pegado a Japón. Tras una semana negociando vía email, todo se resolvió en el plano deportivo, pero quedaban tramitaciones legales que resolver. Tuve que hacer un viaje express a Madrid para tramitar mi visado y una vez lo hice… ¡vuelo para el día siguiente!
Llegué a Rusia un poco asustado, jamás había estado tan lejos de casa, allí todo era muy diferente, por una parte el equipo era el referente de una ciudad de un millón de habitantes, había carteles nuestros en las paradas de autobuses, en mitad de la calle , en espacios publicitarios … era una pasada. Aunque por otra, la gente allí no hablaba inglés en muchos casos, el modo de vida era muy distinto y acoplarse se hizo duro pero no había tiempo de pensar en eso… ¡Pretemporada de un mes en Pekín y Busan, Corea del Sur! allí vi cosas increíbles, tipos de vida que no me imaginaba que fueran ciertas, fue un mes en Asia (donde compartía habitación con Nikita Morgunov, center de la selección absoluta rusa) impresionante.
Firmé un contrato de 4 meses prorrogable hasta junio, pero el estilo de vida ruso, la dificultad a la hora de entenderme y otros motivos fueron suficientes para decidir volver a casa y pasar unas semanas en La Línea de la Concepción. Allí estuve ayudando a mi club de toda la vida el Unión Linense de Baloncesto en lo que podía hasta que un día llegó la llamada de un club de Estonia que jugaba la poderosa Baltic League, quedaban tres meses y medio de competición por lo que decidí aprovechar esa oportunidad.
Llegué a un pueblo apartado del resto del país, donde solo había un restaurante y una sala con tres billares en todo el pueblo, donde hacía una temperatura de hasta -25º y donde la dinámica del equipo estaba siendo complicada. Recorrí Estonia, Letonia y Lituania jugando partidos de liga Báltica, conociendo las formas de ver el baloncesto en esos países, la forma de vivir el deporte o simplemente el día a día de una persona de a pie. Fueron tres meses complicados ya que la vida social era muy limitada pero una vez más unas chicas españolas fueron a estudiar al pueblo con una beca y conocerlas y hacer amistad con ellas me dio una alegría y una fuerza que ¡hicieron que se me pasara el último mes volando!
Y eso me llevó a este verano pasado, después de un año complicado, tenía como objetivo regresar a España y encontrar una estabilidad, y mi agente, Gaspar Roura, empezó a trabajar muy duro para conseguirlo, como ya sabemos todos, los veranos en España son muy largos y este no iba a ser menos, mientras salían opciones de otros países para seguir jugando en Europa nosotros trabajamos para seguir la línea de trabajo que nos habíamos marcado. Y lo conseguimos.
Estando en Madrid, entrenando con la ABP, recibí la llamada de mi agente para hacerme saber del interés del Planasa Navarra, acepté con mucha ilusión y hasta hoy es lo que intento transmitir en cada entrenamiento aquí en Pamplona. Después de Randers, Vladivostok, Pekín, Valga… vuelvo a España con la mayor de las ilusiones. No me arrepiento de cada paso que he dado porque sin duda alguna me han ayudado a crecer como jugador y como persona, y sobre todo porque me han llevado a estar a donde estoy ahora.
Por supuesto tengo ganas de seguir creciendo, seguir mejorando día a día y ver donde me lleva mi trabajo e ilusión… ¿Mi objetivo? El de siempre, seguir disfrutando con el baloncesto.
Miguel Ortega